domingo, 29 de septiembre de 2013

Nosferatu (1922).


Hay veces, en las que, a partir de influencias artísticas, tanto literarias como pictóricas, surgen obras cinematográficas de referencia y de corte atemporal. Es el caso de la película que nos ocupa: Nosferatu (1922) del cineasta alemán, Friedrich Wilhelm Murnau. Ésta se ve influenciada por una parte, de la novela Drácula del novelista irlandés Bram Stoker y, por otra parte, del movimiento pictórico conocido hoy en día como el expresionismo.

Murnau.-Fue discípulo de Max Reindhardt, por lo que la influencia del hombre de teatro fue decisiva en su cine. Los famosos juegos de sombras en Nosferatu el vampiro deben mucho a la puesta en escena del más arriba mencionado. Ésto es perfectamente observable durante todo el largometraje, aunque podemos resaltar la escena en la que Hutter (Gustav von Wangenheim) está sumido en un profundo sueño en la posada situada cerca de los Cárpatos, mientras la sombra de Nosferatu (Max Schreck) se cierne sobre él cómo un demonio que atormenta sus plácidos sueños.


La sombra de Nosferatu se cierne sobre Hutter.

Otro de los puntos fuertes de la obra de Murnau, y de influencia puramente expresionista, es la grotesca caracterización del Conde Orlok: tez extremadamente pálida, nariz aguileña, mirada penetrante, orejas puntiagudas, uñas largas y afiladas, cuerpo esbelto ataviado con ropajes de corte clásico y color oscuro. Los elementos anteriormente citados dan un aspecto tétrico al conde, expresando de esta manera el horror que impera en el ambiente durante toda la película.

El Conde Orlok.

También hemos de resaltar el vestuario, consistente en la mayoría de los personajes del film, en altos sombreros de copa y capar largas. Ésto es común en la mayoría de las películas del movimiento expresionista.

El Conde Orlok con una gran capa.

Bien es cierto, por otra parte, que la película se aparta un poco de la corriente más puramente expresionista al filmar muchas de las escenas en exteriores. Murnau se sirve de paisajes agrestes desolados o de grandes montañas escarpadas para transmitirnos un ambiente de desasosiego e inquietud continuo. El batir violento de las olas nos anuncia la llegada del navío fantasmal donde viaja a bordo el vampiro Nosferatu

Nosferatu en la cubierta del barco.

Los pueblos y los castillos son reales, pero acompañan al ambiente opresor que el director desea imponer. Las sinuosas calles no necesitan de retorcidos decorados para transmitirnos esa sensación de agobio. Ésto es el gran mérito conseguido por Murnau: hacer una película expresionista sin decorados artificiales.

Calles de Bremen.

Por último, resaltar la utilización de diversos filtros de color acompañando de manera efectiva la acción. Tenemos, por ejemplo, la escena en la que Hutter despide a su amada, Ellen (Greta Schröeder), para partir hacia Transilvania en la cual predomina el color ocre como elemento sugestivo de la melancolía. Murnau también se sirve de la imagen en negativo, como se puede ver en la escena en la que el carruaje del Conde Orlok recoge a Hutter, para transmitirnos el aire fantasmal y dramático que rodea todo aquello que tiene que ver con el antagonista.

El carruaje de el Conde Orlok.


Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, es una joya del séptimo arte y la piedra angular del, tan actualmente de moda, cine vampírico. Por lo tanto, todo amante del arte cinematográfico que se precie debería de verla, al menos, un par de veces, para así desgranar todos los elementos que hacen de este largometraje una obra de culto.














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